Últimamente vuelve a hablarse de imponer impuestos a los robots, aplicaciones o algoritmos ya sea por su adquisición, instalación y mantenimiento a través de la Seguridad Social. ¿Queremos realmente favorecer o no la transformación digital o es otro amago de proteccionismo laboral?
Periódicamente sindicatos y gobiernos tratan el asunto de imponer impuestos a los robots o sistemas que mejoran la eficiencia en los procesos y que reducen la carga laboral en los mismos. Parece que cualquier eficiencia que se emplea, y sobre todo la tecnológica, cuando afecta al empleo, hay que amortiguarla con impuestos. Luego se nos llenará la boca de que la transformación digital el primordial para el desarrollo del país, y que hay que cambiar el modelo productivo. ¿Qué modelo productivo queremos? ¿El mantenido artificialmente? ¿El subvencionado?
El objetivo de las empresas es ganar dinero, y crear riqueza para el país. Por supuesto que la riqueza se genera con empleos y salarios justos. Sin embargo, la eficiencia es uno de los objetivos de cualquier empresa (¿y por qué no de la función pública?), y para lograrla de centran en la mejora de los procesos, en ocasiones, empleando tecnología. Tratar de cargar con impuestos a la tecnología que permite esa eficiencia es gravar las actividades destinadas a la mejora y desincentivar la evolución de las empresas, y, en definitiva, la transformación digital.
No hace falta irse a los robots. Hay muchas áreas de aplicación y herramienta/automatismos que hacen más eficiente el trabajo. Pensemos en algo cercano que todos los ciudadanos pueden ver en sus ciudades. La recogida de basuras. Hace una década para recoger la basura hacían falta 2 basureros y el conductor del camión. Ahora lo hace toda la maquinaria del camión, excepto conducir, aunque probablemente, en esta década, veremos camiones autoguiados. ¿Pondremos impuestos a los camiones? ¿A los coches autoguiados? ¿Pagaremos por los ordenadores? ¿Por los asistentes virtuales? ¿Por los robots limpiadores? ¿Por los robots de cocina, y porque no, lavadoras, lavavajillas? ¿Dónde está el límite?
Toda revolución implica cambios. Y en el mundo del trabajo también, en la evolución de las personas.
En el informe “The Future of Jobs 2020 (El futuro de los empleos 2020), el WEF (Foro Económico Mundial) estima que para 2025 la tasa de automatización de la fuerza laboral será del 47%, frente al actual 33%, mientras que los empleos realizados por las personas representarán el 53%, muy por debajo del 67% vigente. “85 millones de empleos serán sustituidos, en todo el mundo, por maquinas…”. Y hasta aquí es donde se quedan los sindicatos y los gobiernos. Sigan leyendo señores. “…mientras que se crearán 97 millones de nuevos roles mucho más adaptados a la nueva división del trabajo entre personas, máquinas y algoritmos”. En definitiva, empleos con mayor valor añadido.
Es cierto, que el que sólo sabe usar una escoba, se verá desplazado por un robot aspirador. Pero la revolución digital, implica también la transformación de las personas, su desarrollo. Adaptarse o morir.
¿Estamos impidiendo el desarrollo, ante la imposibilidad de reaccionar ante esta nueva revolución industrial? ¿Estamos impidiendo la sustitución de trabajo repetitivo y de poco valor añadido por tecnología ante la incapacidad de crear trabajos de valor añadido y de mayor creatividad?
En vez de imponer impuestos, habría que incidir sobre los siguientes aspectos:
- Mejorar los planes Educación acordes con las necesidades del siglo XXI. Hace casi dos siglos se definió un sistema educativo, lamentablemente degradado y vigente todavía hoy, para hacer frente a la primera revolución industrial. Era pedagogía acorde a los obreros e ingenieros que la revolución industrial necesitaba. Y ahí nos quedamos, dos siglos atrás. Hay que crear un modelo educativo que favorezca el desarrollo de las capacidades que realmente se necesitan ahora. Es difícil, sí, pero para sí que están nuestros impuestos.
- Facilitar la creación de empresas innovadoras, que crean empleos innovadores. Son las empresas pequeñas, medianas y grandes las que crean empleo, los emprendedores con ideas innovadoras los que hacen que ese empleo sea de más valor añadido, y la tecnología es parte esencial de esa evolución.
- Propiciar la evolución en el trabajo, aprovechando la experiencia y el conocimiento para, apalancados en ellos, poder evolucionar en nuestro desarrollo profesional. Desarrollo y evolución continua. Si no lo hacemos, otros lo harán. Y ahora hemos visto que, con el teletrabajo, no hay fronteras.
La revolución digital implica que los robots (hardware o software) hagan del trabajo igual o mejor que las personas. Pero también, que las personas aporten todo aquello de lo que son capaces. Las personas somos algo más que una actividad mecánica y repetitiva.
Las capacidades analíticas, pensar, tomar decisiones, la creatividad, el arte, la capacidad de relación entre nosotros (¿verdad que lo echamos de menos en tiempos de pandemia?), son capacidades esencialmente humanas, y quedará tiempo para que sean sustituidas por maquinas. La formación en estas áreas es necesaria.
Cuando un estado no es capaz de implementar gestionar correctamente la educación, sus gastos, la eficiencia, siempre mira cómo obtener más impuestos de los ciudadanos y de la actividad empresarial.
Es más fácil, tener personas que realizan un trabajo manual, o de poco valor, trabajar por horas en vez de por objetivos y eficiencia, no cambiar, crear nuevos impuestos, subvencionar trabajos condenados a la extinción, que realmente favorecer las iniciativas de creación de valor y el desarrollo humano.
Así que, papá Estado, y no me proteja tanto, y ayude a desarrollarme, y eso implicará el crecimiento empresarial, y por tanto los impuestos recaudados.
Marcos Navarro Alcaraz
Team Leader ITSM4RPA-AI
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